Empleamos nuestras fuerzas y todo cuanto tenemos... ¿Para qué?
He estado pensando, analizando y sintiendo hace un tiempo cómo va nuestra vida. Y es que nos preocupamos demasiado por nuestro futuro que olvidamos ocuparnos del presente. Y allí mismo se acomoda nuestro ser y hace de nuestro pasado un sofá para reposar y usarlo como comodín ante las realidades de nuestra vida presente, en vez de utilizarlo como un trampolín. Transformamos nuestro pasado en una excusa para no vivir la vida tal y como es: vida. Y la volvemos un propio conformismo, en un auténtico plagio a la vida.
Hace unos meses atrás escribí una síntesis para la universidad del libro: "Al hilo de la vida" del Padre Mateo Andrés. En él se aprecia claramente qué es la vida. Y quiero compartir un fragmento de esa síntesis contigo:
¿Qué sabe el hombre de su futuro?
Nuestro
mundo se consume más reaccionando que eligiendo. Sin embargo, somos
capaces de elegir entre sufrimiento y gozo; tristeza y alegría.
Vivir es enfrentar la realidad. No importa los sucesos de la vida.
Cualquier suceso es mero suceso. Lo bueno, lo malo; lo positivo, lo
negativo, se lo das tú. Es por esto que la vida se trata de
reaccionar. Saber enfrentar las desgracias; transformar el mundo
objetivo por doliente que sea en un mundo tuyo valorado como un Don.
Sólo tomaré una palabra de la cita que acabé de hacer: REACCIONAR. Es de esto que se trata la vida.
La verdad es que no soy ningún experto en el tema. No tengo siquiera una licenciatura, sin embargo hay algo que sí he conseguido y es el querer aprender a vivir la vida tal y como sea. Claro, no hablo de un conformismo u ismo ni nada por el estilo, sino de un constante reaccionar que me haga más persona.
Ahora bien, reaccionar suena muy fácil. La verdad no lo es. No obstante, es un deber antes de reaccionar una única cosa. Es con esto que verdaderamente podremos reaccionar. Y lo que necesitamos en primer lugar es ACEPTAR la realidad. Si lees la cita otra vez verás que dice: "Vivir es enfrentar la realidad. No importa los sucesos de la vida. Cualquier suceso es mero suceso. "
Pues bien, ¿cómo se piensa reaccionar sino se es capaz de aceptar la realidad?
Por decir lo que siento sin pensar lo que digo he fallado ya muchas veces. Pero he fallado más aun cuando hago lo que no quiero por no hacer lo que quiero. Pues ahora me pregunto qué y cómo. ¿Qué es lo siento? ¿Cómo es que no lo pienso? ¿Qué es lo que digo? ¿Cómo es que he fallado? Pero, ¿qué es lo que hago? ¿Cómo es que no lo quiero hacer? ¿Qué es lo que no hago? ¿Cómo es que lo quiero y fallo aun más? Es muy posible que encuentre respuesta a mis qué y cómo, pero ninguna de esas es la pregunta difícil, sino por qué. Esta es la verdadera pregunta, por qué. ¿Por qué digo lo que siento sin pensar lo que digo? ¿Por qué hago lo que no quiero por no hacer lo que quiero? Creo que cuando no conocemos la respuesta que nos satisface escuchar de nosotros por y para nosotros mismos es porque no encontramos el verdadero por qué. Y es que si no se logra encontrar el por qué de algo es tal vez porque no existe tal pregunta. Y ahí cuando aquella respuesta que tanto queremos escuchar falta, y la pregunta no es pregunta porque falta una respuesta, aceptar se vuelve el gran paso en todo caso. Porque sólo aceptando es que reaccionamos.
En el caminar de nuestro existir hay cosas que nos gustan y otras que no. No siempre haremos las cosas que nos placen. Aun así reaccionemos, no se puede hacer de la reacción un reflejo innato. Lo que te gusta puede llegar a no gustarte y viceversa. Nuestros gustos, sentimientos o emociones son oscilantes. Mas, aun sean inestables y anímicos, deben de tener un motivo. Ese motivo debe ser una decisión. Si bien es cierto que querer es poder; el querer es poder si y sólo si se decide querer para poder. A eso que te mueve o inspira; justo a eso que te gusta, emociona o sientes; dale motivos, dale decisión. Nunca vuelvas la inspiración una peste, regálale un motivo.
-Salvador Flores-
Por decir lo que siento sin pensar lo que digo he fallado ya muchas veces. Pero he fallado más aun cuando hago lo que no quiero por no hacer lo que quiero. Pues ahora me pregunto qué y cómo. ¿Qué es lo siento? ¿Cómo es que no lo pienso? ¿Qué es lo que digo? ¿Cómo es que he fallado? Pero, ¿qué es lo que hago? ¿Cómo es que no lo quiero hacer? ¿Qué es lo que no hago? ¿Cómo es que lo quiero y fallo aun más? Es muy posible que encuentre respuesta a mis qué y cómo, pero ninguna de esas es la pregunta difícil, sino por qué. Esta es la verdadera pregunta, por qué. ¿Por qué digo lo que siento sin pensar lo que digo? ¿Por qué hago lo que no quiero por no hacer lo que quiero? Creo que cuando no conocemos la respuesta que nos satisface escuchar de nosotros por y para nosotros mismos es porque no encontramos el verdadero por qué. Y es que si no se logra encontrar el por qué de algo es tal vez porque no existe tal pregunta. Y ahí cuando aquella respuesta que tanto queremos escuchar falta, y la pregunta no es pregunta porque falta una respuesta, aceptar se vuelve el gran paso en todo caso. Porque sólo aceptando es que reaccionamos.
En el caminar de nuestro existir hay cosas que nos gustan y otras que no. No siempre haremos las cosas que nos placen. Aun así reaccionemos, no se puede hacer de la reacción un reflejo innato. Lo que te gusta puede llegar a no gustarte y viceversa. Nuestros gustos, sentimientos o emociones son oscilantes. Mas, aun sean inestables y anímicos, deben de tener un motivo. Ese motivo debe ser una decisión. Si bien es cierto que querer es poder; el querer es poder si y sólo si se decide querer para poder. A eso que te mueve o inspira; justo a eso que te gusta, emociona o sientes; dale motivos, dale decisión. Nunca vuelvas la inspiración una peste, regálale un motivo.
-Salvador Flores-
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